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Mientras tanto, enviando cartas desde la ciudad del viento

viernes, 16 de abril de 2010

Nunca es tarde


Unas fotos que guardan recuerdos para siempre es lo que queda tras una visita fugaz y estrepitosa. ¿Las expectativas? Grandes, inmensas. Mucho por ofrecer, mucho por demostrar y mucho por hacer ver, por ilusionar. Pon una ilusión en un amigo y conviértela en realidad, ese es mi consejo de hoy. Tómalo si quieres, te aseguro que es realmente reconfortante.

Llegaron cansados, exhaustos de tanto viaje, de tanta combinación para bolsillos raidos y ahorros de quinceañero, exhaustos de ser todavía unos niños que soñaron con ser mayores, pero que se olvidaron de ir a cobrar cada mes. Cielo y tierra hicieron los papeles de canal para traerlos hasta este país donde las mariquitas se enfermaron de otoños, hasta este país que trata de engañarte, haciéndote pensar que tras la nieve y el gélido frío hay vida, hay verde, hay sol. No todo es tan feo como parecía, ¿verdad, Louis?

Camonssen, el más cariñoso de los tres, el cual adoptó este apodo nada más pisar tierra danesa, se preguntaba entre exclamaciones qué tipo de país era éste. “¡Qué país más raro!”. La mirada perdida en los detalles, los ojos cansados pero vivos, las ganas de conocer, repletas. Los tres sin distinción comenzaban a preguntar mientras se quejaban durante un buen rato por todas las inclemencias del periplo de 2500 kilómetros. Además, su primer choque con el angloparlante idioma fue colosal, y ninguno de los tres pasmarotes se afanó en hacerse entender. “Total, si Vincent nos entiende”. ¡Asignatura suspendida señores! ¿El danés? Eso ya es otra cosa…gracias a ellos he conseguido ampliar mi repertorio de tres palabras a un bagaje de cinco o seis…y alguna muy pepina, eh¿?

Y creo que ya vale de narrar…nunca se me dio bien. Describamos.

Por la cara de recién llegados, perdidos y cansados. Por el primer abrazo, sincero, enorme. Por las ganas de gastar dinero esperando emociones fuertes a cambio. Porque la cara de pasmados cuando estábamos veinte maromos en un cuarto de veinte metros cuadrados. “Y las tías donde están”. Alucinante, pobrecitos míos. Por ir a comprar alcohol a diestro y siniestro nada más llegar. Por las instrucciones de convivencia para con el primo Stefan. Por el menú gourmet para paladares finos, armónicos en boca y sutiles explosiones de sabor para gusto de los más relamidos. Por dormir en posiciones amenas cuando menos, por las roturas de cuello de Goguessen y los ronquidos acompasados dándonos serenata nocturna, siempre acompañada de Luis Stinks para jolgorio del público. Por las millones y millones de preguntas que siempre te hace Bécilsen y las trolas que le puedes meter, aunque él no se dé cuenta, y dándole la vuelta a la tortilla te las meta él sin esperarlo. Por las palabrejas de Goguez a destiempo. Por la paciencia de Bécilsen y el saber estar. Por los abrazos de Cemonsen y los temitas que nunca se olvidarán. Porque no nos importa pagar multas y aviones a la China si hace falta para estar unos días juntos. 'Couse I blind to you.

A veces hay cosas que no tienen precio. Videos acojonantes con el sol en lo alto a la entrada de la piscina, llena de buenos cimborrios daneses y familias domingueras. Recuerdos sobre una taza del WC hablando del mejor sistema de envío postal. Cómo lo pasemos, ¿eh jóvenes?

Termino diciendo que me siento feliz. Cumplí promesas, o eso espero. Fui feliz con vosotros, amigos. Por los recuerdos robados a un tipo llamado Ilusión. Por los recuerdos de bolsillo y las palabras a granel.

Agurk. Fetén. Carotio. Pero qué temazos está poniendo tu compi? Así, sí, así sí. En denmark, co.

Da Peanut, que recordará estos tres días, for a long, long time.

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