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Mientras tanto, enviando cartas desde la ciudad del viento

viernes, 4 de marzo de 2011

A la luz del lupanar

Hasta que en la noche, me dejes solo. Hasta que me mires sin palabras y me hagas saber que no soy yo. Hasta que te marches para no volver, quizá jamás, quizá por siempre. Al final, lo que quedan son puertas cerradas. Humo entre bambalinas y colillas sin encender.

Hasta que te pierdas en las luces y te ahogues en canciones entre hielos.
Y recuerdes que no somos los mejores, que somos menos.

Hasta que decidas que ya no hay marcha atrás. Sí. Llévate mis ilusiones y véndelas a reembolso. Susurrame después, al oído, bien bajito, que las cambiaste a precio de saldo. Que nada valían pero engañaste al mejor postor.

Hasta que me conviertas en desechos de todos los momento buenos. Hasta que me decepciones.

Hasta entonces, soñaré.

Y es que hoy me levanté pensando en ti.
Llevabas un vestido precioso. ¿No lo recuerdas?

Hoy quizá me sonrías.
Habrá valido la pena.