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Mientras tanto, enviando cartas desde la ciudad del viento

viernes, 18 de febrero de 2011

Y a quién le importa...

A cobro revertido se venden las entradas del lugar.
No hay listas, no hay señoras.
No hay marqueses.
No hay cocheras en el viento. No hay juglar.

Al filo de la noche se enriquecen los demás. Los de siempre. Con esposas que no acusan compromisos. Con papiros que se ahogan en promesas. Con amigos que se hunden en un tierno lupanar.

Y es que olvidan el acuso de recibo.
Y es que creen que los insomnios son deudores de una lista que no llega a facturar.

Y es que creen que las mañanas les esperan espectantes ante gestas que no harán más que olvidar. Que la vida ya no (más) entiende.
Que los sueños ya no fían a los hados. Se arrepienten.
Con cocina a un lado. Con francés de más.
Con luceros que se encierran en butacas y en abismos, nada más.

Las luces se apagan...y el día me asusta.
Lo sabes tú bien.

Conductores de ilusiones.
Sinestesias a granel.

Meritocracias.
A nadie le importa, lo que piensa él.

martes, 15 de febrero de 2011

Lector de mentes

Y una vez más, a falta de lucidez, citaré:

Lo poco que sé de la vida está en los libros que nunca leo. Lo poco que sé de la vida está en las líneas que no escribí. Lo poco que sé de la vida se cuenta tomando un café, se entiende tomando una copa y se olvida tomando dos.

Que nadie se me emocione ni albergue falsas esperanzas, porque con lo poco que sé de la vida, a duras penas se llena un corazón, por pequeño que sea. Empiezo por lo que sé con toda seguridad. Sé que, con suerte, te vas a morir una vez. Así que procura no morirte más veces por el camino. No hay nada peor que esa gente que se va muriendo antes de morirse del todo. Para evitarlo, te regalo un método infalible. Mientras tú vayas decidiendo, todo está bien. El día que dejes de decidir, ese día, cuidado, porque la habrás palmado un poco.

Ten siempre más proyectos que recuerdos, es la única forma que conozco de mantenerse joven. Olvídate de la patraña esa de ser feliz, ya te puedes dar con un canto en los dientes si llegas a ser el único dueño de tus propias expectativas. Que un euro se ahorra, y un polvo se pierde. Para siempre. Que hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Por mucho que te cueste pagar las facturas. Por mucho que en las reuniones de antiguos alumnos te miren mal. Es mejor dedicarse toda una vida a algo que te divierte pese a no llegar a fin de mes, que pasarte un solo día trabajando únicamente por dinero.

Entre lo poco que sé de la vida, también te diré que nada de esto vale la pena sin alguien que te haga sentir incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus “yo nunca”, tus “¿Yo? ¡Qué va!”. Ojalá ames mucho y muy bueno, incluso a riesgo de ser correspondido. Que te despojen de todo, que hagan jirones de tus ganas y que te veas obligado a remendarlas con el hilo de cualquier otra ilusión. Que desees y seas deseado, que se frustren todas tus esperanzas y que acabes descubriendo que la única forma de recobrar el primer amor, que es el propio, es en brazos ajenos. Dos emociones inútiles asociadas al pasado, arrepentimiento y culpa, y una emoción inútil asociada al futuro, la preocupación. Cuanto antes te desprendas de las tres, antes empezarás a apreciar lo único que tienes,que eres tú.

Qué más. Ah, sí. Sé que al menos un amigo te va a traicionar, otro será traicionado por ti y, que te pongas como te pongas, los que no hayas hecho antes de los 30, ya jamás pasarán de buenos conocidos. Cuenta sólo con los tres principales, porque a partir de ahí, todo es mentira.

Para terminar, y hablando del tema, déjame que te presente a tu peor enemigo. Se llama miedo. Quédate con su cara, porque va a estar jodiéndote de ahora en adelante. Miedo al fracaso. Miedo al qué dirán. Miedo a perder lo que tienes. Miedo a conseguirlo. Miedo a saber poco de la vida. Miedo a tener razón.

R.M.

sábado, 5 de febrero de 2011

Status Day

Llego a casa cantando coplas y fumando esquinas. Las persianas empiezan a subir y me compro una napolitana de jamón con queso, que vete tú a saber si quedarán churros en la alacena. La tendera es simpática y los clientes, mejores. Le pregunto, muy jovial yo, si le gustan las chirigotas, y ante su mirada escéptica le digo que no hay mal peor en el mundo que ser ciego en Graná. La tilde que quede muy clara, señora. Y no me venga con que eso no es una chirigota, que el rey mató a su hermano y yo no le he dicho nada a usted.

Las llaves, que se resisten a entrar a la primera, se me caen al suelo y serpentean las muy pillinas. Los vecinos, ahogados en sus almohadas, se retuercen y maldicen a los conserjes de noche. Bajo las persianas, como queriéndome despedir del día, aunque el sol ya avisa detrás de los cirros y me advierte de que no será ésta noche de romería. Ni de las que te rondaré, morena.

El teléfono suena y una mosca zumba en su carrera por joder al personal. Me levanto y voy al reservado. Me veo muy guapo desde el espejo, oye. Abro la puerta y bendigo al currante que me deja la prensa a los pies de la puerta. Me pregunto si se la leerá de camino y busco compulsivamente algún rastro de su herejía. El teléfono suena, pero no lo cojo.

Definitivamente aquí no hay quien viva. Amelie me ha cambiado las zapatillas y la pasta de dientes sabe a cloroformo. El melenas parece que se ha ido, no hay notas sobre la mesa y no me ha dejado café preparado con tostadas. Vaya por Dios. Y sin embargo, sonrío.

Me conecto al mundo. Tengo tres mensajes privados pintados de verde y dos de rojo, y un píxel carmesí me recuerda de que felicite por su onomástica a Perico, el de los palotes, sí. Esta vida es la leche. ¿A quién no le va a gustar? Fácil, sencilla, y para todos los Rodríguez.

Me abrocho el corazón y salgo a la terraza. Asisto impertérrito a un espectáculo inenarrable. El día brilla con luz propia, la gente sonríe al sol y de fondo la radio comenta que los precios bajan y que no hay ni un sitio en las playas. La arena llega esta vez demasiado pronto. El huerto ha florecido. Huele a jazmines y una suave brisa me despeja.

Michael Jackson, que está en las Bahamas de incógnito, canta su nuevo y póstumo hit y afirmo que como Black and White para alegrarse el día quedan pocos temas. Lo pongo, por supuesto, pero Melendi se intermpone en mi búsqueda de la felicidad. Que alguien le pegue un tiro, por favor. Suena el teléfono otra vez. Al parecer me esperaban a comer, y yo aquí en el redil, liado entre sábanas y usando protector solar.

Decido salir al parking y abrirme una Tuborg, pero la nevera está vacía y el parquin ha cambiado demasiado. En mi ventana no lucen mariposas, pero sin embargo, se está tan bien…

Apenas ha pasado una hora desde que he abierto los ojos, pero hoy soy feliz. A veces es tan fácil…

Canciones para la felicidad: Cecilia, Black and White, Hit the Road Jack, I’ve got you under my skin, New shoes, That thing you do, You’ve got the love .Felicidad, qué bonito nombre tienes.