Ya son muchos los días desde que escribí aquí por primera vez.
Al principio, todo es diferente. Todo, absolutamente todo…y pese a ello, después de 10 días fuera de casa te sientes como si aquello quedase ya muy muy lejos.
A veces sientes que no puedes detener el tiempo, que siempre tienes cosas por hacer, momentos que compartir con el resto de la gente aquí. A veces tratas de pararte un momento y pensar, pero rápidamente el reloj te recuerda que quizás sea mañana cuando tengas que descansar, pero no hoy.
La vida aquí es intensa, excitante. No pasa un día sin que conozcas a alguien nuevo, sin que aprendas algo de alguien que jamás creíste conocer.
Durante 10 días, tu vida cambia por completo, aunque sigues siendo el mismo, sigues necesitando mostrar a esas miradas nuevas todo tu arsenal para enfrentarte al mundo…
De los primeros días recuerdo esos nervios de niño que va al colegio por primera vez; la primera vez que me presenté a un angloparlante y de las banalidades de las que hablamos, siempre lo mismo: Hola, ¿qué tal?, ¿cómo te llamas?, ¿de dónde eres?, ¿qué estudias?...
Recuerdo también levantarme con resaca una y otra vez, tratando de ahogar ese sol que sale a las cinco entre las sábanas…recuerdo comprar unas cervezas, y acabar todos juntos hasta las tantas cuando habíamos jurado que hoy no había fiesta (aunque eso, claro está, sigue a la orden del día)…recuerdo ir a la universidad y tener miles de papeles que rellenar, miles de formularios que entregar, recuerdo sentirme más que perdido entre esas paredes tan diferentes a las que yo conocía…
Y por fin, la vida, aunque sólo sea por un momento, se establece. Parece que el tiempo te da una tregua, un discutible merecido descanso.
Parece que, por fin, tu nueva vida comienza.
Los prolegómenos fueron buenos. Lo siguiente, será mejor.
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