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Mientras tanto, enviando cartas desde la ciudad del viento

domingo, 29 de noviembre de 2009

Y con el camino recién empezado he aprendido...

Que en el fregadero, como te pases de fuerza, acabas calado porque el agua tiene una costumbre de saltar inesperadamente.

Que da lo mismo donde dejes la bici el día anterior porque al bajar al parking habrá veinte bicis más rodeándola, y a saber dónde está.

Que no importa si cuando sales de casa el cielo está claro y más azul que nunca. Cuando te montes y lleves 2 minutos andando, empezará a llover.

Que para encontrarte la lavadora gratis vacía los planetas se tienen que alinear y Dinamarca ganar el mundial de fútbol. Siempre, siempre, tendrás que esperar.

Que la madera del suelo se dilata al estar en contacto con agua un tiempo prolongado. Que se lo pregunten al suelo de mi cocina. Que, por cierto, mola mogollón.

Que beber mucho es malo y trastorna el sentido del tiempo y el espacio, pudiendo acabar durmiendo en los lugares más insospechados, vivir de noche, dormir de día…

Que más abajo de despeñaperros existe vida. Creedme. Y además son buena gente.

Que Badajoz, por mucho que yo pensase lo contrario, está arriba. Exactamente cinco pisos.

Que la universidad es un centro de ocio y pérdida de tiempo en donde te exigen millones de trabajos sin sentido pero, eso sí, aman los esquemitas, los dibujitos, las tablitas. Las poyaditas.

Que en Dinamarca se construye con aislamiento, y luego ya veremos.

¿Los cálculos? Para el ingeniero, claro está.

He aprendido, también, lo que vale una docena de huevos, por ejemplo.

Que la tarjeta de Kamtjatka siempre irá bien a la segunda, y muy pocas veces a la primera.

Que los españoles somos los más majetes, los más sonrientes, los más fiestas, los más sociales.

Los más vagos.

Los más borrachos.

Que el suelo del baño se moja siempre cuando sales de la ducha, y que a los franceses les da lo mismo.

Que Diógenes debió de ser francés. O salmonete.

Que la estrella más cercana al sol, de ser reducido el volumen de éste al tamaño de una canica, estaría a 713 km.

Que para buscarle la graduación a una cerveza danesa te las ves putas.

Que, aunque seamos amigos, a todos nos roban material de cocina. Y lo más importante. Todos roban menos nosotros.

Que a Stefan le robaban el bocadillo en el recreo y ahora se venga mandándonos warnings…

Que, para ser feliz, hace falta muy poco. Sólo hace falta irte a la cama tras un largo día y mirar al cielo mientras compruebas como lucen las estrellas por una vez desde hace meses. Pensar que mañana, habiendo descansado, saldrá el sol, aunque ya de sobras sabes que no va a ser así. Sólo necesitas un millón de cosas confabuladas a tu favor de las que nunca nos damos cuenta, hasta que nos faltan.

He aprendido que solo necesitas eso. Creértelo.

A serlo una vez más.

Feliz.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El bufón

Y a estas alturas, después de todo...sigo sin comprenderlo...sigo sin aceptarlo...
No acepto esos pies de foto que sonríen sin decir nada más, cómo dando por hecho que sobran las palabras...
No soporto leer lo que alguna vez era única y exclusivamente para mí y entender que ya no lo es, siguiendo significando lo mismo.
Qué daño hacen las letras plasmadas en esta pantalla oscura cuando inocentemente, o no, se le escapan sin querer.
Por eso prefiero contradecirme y decir que prefiero las palabras, porque se las lleva el viento...


Pero para mí, como alguien ya dijo una vez, todas las cosas son arena si llegan tarde...

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Pido Perdón

A Francisco, de los Hueso, porque me sigue mandando chistes y nunca le contesto.
A Ote, porque tal desinformación no se puede volver a repetir.
A la leche fría de las mañanas, porque aquí hace tanto fresquito que incluso la caliento un poco en el microondas.
A tí, por no escribirte más amenudo.
A mi corsita, porque el pobre no querrá arrancar cuando le visite en navidades.
A Pirulo, porque se merece un señor email contandole mis andanzas por la península de Jutlandia.
Al futsal de los domingos, porque yo no soy el mismo, porque los pabellones sin mí, tampoco lo son.
A mi abuelita, por no llamarla tantas veces como merece.
A los que me escriben por chat de tuenti y me hago el longuis como quien no se entera.
A edu, chin, lambea, miguelo, marquitos, erik...porque sé que os debo una conversación por cámara, o un largo y tendido email.
A la ropa que dejé olvidada en el armario, porque seguro se siente celosa de no estar aquí conmigo.
Al Fari, porque no todo el mundo que entra en mi casa le saluda.
A Vito, Charlie, Cmon, Xu, Maruji, Goguez...porque por mucho que les busco vuelos no consigo acertar con las fechas.
A las canciones de misa, por cantarlas cuando me he tomado más de una elephant y desentonar tanto.
A mi cerebro, por eleminar neuronas día sí y día también.
A mi estómago, también, por curtirle a ibuprofenos durante una semana y no enseñarle que existe otro amigo que se llama omeoprazol.
A mi padre, por no conseguirle películas, películas, películas.
A mamá, porque el otro día probé una tarta de queso y pensé que quizá era mejor que la suya. A las tortillas de patata danesas, porque nunca serán tan buenas como las de mamá.
A mis vecinos, por robarles platos, cubiertos y demás menaje del hogar, aunque ellos también me los roben a mí.
A Dani, por frustrar su ligero sueño todas las mañanas cuando sigilosamente me tomo el desayuno en mi cuarto.
A Damien y Jose, por ofrecerme a fregar siempre cuando ya sólo queda un plato.
A Xavi, por no seguir ese brillante ascenso por los mundos de backstages y guitarras.
Al mamón de JotaCé, porque no sabía que ponerle por miedo a no dar el nivel; por intentar escribir mejor que él mi vida aquí, y no conseguirlo; por no decirle lo mucho que aprendo de él cuando le leo.
A mí, por no cuidarme tanto como debo.

A todos vosotros, por no poder compartir mi sueño erasmus tanto como quisiese.

A tí, que te he olvidado adrede, para el final.

Un abrazo muy fuerte.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Buenas Noches, y buena suerte.

Son la una y quince minutos de la mañana hora local en Horsens. El termómetro marca cero grados y en los alrededores anuncian nieves y fuertes vientos.
El pequeño, cargado de café y un ibuprofeno para su maltrecha garganta, continúa dejándose la vista en el autocad, tratanto de salvar el culo a los rusos y a este proyecto que no va a ningún puerto. Tres pisos más arriba, el trabuco malagueño hace lo mismo, quizá con más ardua tarea aún si cabe.
Además, a sabiendas de que no terminarán, siguen luchando por sacarlo a flote y volver a forjar una gesta como ya hicieron la última vez.
Cabizbajo, mientras hace un apurado esfuerzo por no caer dormido, se frota los ojos llorosos y trata de calcular cuántas horas lleva delante de los dichosos planos y documentos estúpidos en este día. Asombrado, sabe que se acercan a la docena.
En un golpe de rabia, sabiendo que los comunistas bolcheviques estarán en el tercer sueño, decide cerrar de una vez el trabajo y clama al cielo porque todo vaya bien. Mañana se tendrá que enfrentar a Lenin y Stalin y ordenarles más tareas, ya seguro sabedor de su papel de líder en esta "Xeitosa" que siempre mira hacia la orilla, aunque jamás llegó a tocar sus blancas arenas.
El viernes a las 8,20 se volverá a enfrentar con sus carontes para cruzar la delgada línea de la laguna, y sus mayores temores son naufragar. Más allá, a lo lejos, tras las oscuras aguas plagadas de vicios suculentos, se encuentra su destino, cuatro semanas de trabajo personal para el que no está preparado, pero que espera con un anhelo y una nostalgia inusuales en él.
Con dos puntos, un paréntesis y una mirada silenciosa pero comprensiva, se despide de su compañero, deseándose suerte en estas pocas horas de vida comunal que les quedan juntos.
El trabajo ha sido duro, ambos lo saben, y se consideran felices por haber tratado de responder ante una afrenta para la que consideraron no estar preparados apenas unos días atrás. El resultado, Dios dirá, les es ahora indiferente. Sólo les importa descansar, perderse entre las sábanas mientras desean dormirse pronto y volar en brazos de aquel que cuando llega no avisa.
Además, se sienten afortunados.
Les separan 10 metros apenas, menos aún, y sin embargo, están más cerca.
El trabajo, piensan, también hace amistad.
Nos vemos mañana, camino de la frontera, quizá andando porque el viento es tan fuerte que hace del trayecto en bici peligroso. A las ocho y viente, como siempre.

Buenas noches, y buena suerte.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Carta a un gran amigo

Mi muy querido amigo,
Te escribo para contarte que últimamente no ando muy bien. No quiero decir que cojee, por supuesto, sino que algo falla en mí y me tienes que ayudar. Quizá, pero sólo quizá (no vayamos a afirmar categóricamente) demasiada fiesta pase factura. La vida está llena de sorpresas y asuntos ya de sobra conocidos...pues bien, éste es uno de ellos.
Nos podemos juntar un día de estos, como ya lo hemos hecho antes. Nos sentamos tranquilamente y si quieres charlamos, aunque te conozco y sólo obtendré silencio por tu parte. Eso es algo que no te puedo reprochar, pues sé que eres parco en palabras, aunque ese color blanquecino tuyo me preocupa. Quizá, de nuevo, no sea más que éste sol que sólo sale por San Andrés cuando llega el otoño. A veces me preocupa no verlo más tiempo, y me afano en convencerme de que nos roba la salud...
Ya sé que no vas a querer otra cosa, así que te invitaré a un vaso de agua y, eso sí, algo de comer para que luego no digamos que fue por no comer.
Luego, ya lo sé, te tendrás que ir. ¿Yo? Me quedaré aquí solo a esperar, convencido una vez más de que vas a cumplir con tu cometido. Dicen que eres capaz de hacer milagros en media hora, pero a mí ultimamente me estás fallando. Será por el riego...o como antes ya te contaba, quizá tanto jolgorio al final sale caro.
¡Una cosa más! Prometo abrigarme antes de salir a luchar contra este tiempo narniano montado en bicicleta, que tan extraño me parece el día de Todos Los Santos. Eso sí, no se si servirá de algo, porque una vez pasada la frontera te sientes como en el infierno...¿La frontera? Sí, así le llamamos a esas cuatro paredes que casi sólo nos traen disgustos, aunque el viernes fuese un gran día...y una gran excepción.
Venga, vente ya para aquí. Prometo también sacarte con cuidado de esa capucha de plástico con la que más tarde juguetearé entre mis dedos...
Sólo un vasito de agua, y del resto te encargas tú, por favor.
Además, no te preocupes, que no estarás sólo.
Venga, ya está, amigo.

Nos vemos en ocho horas.