Dicen, que los bares ya no cierran.
Que se beben las noches.
Que se siguen vendiendo sin listas , sin espera.
Que no ya nadie sabe de Kurt “Kobein”.
Que las noches son cortas.
Que los rones también.
Que rompemos terceras con ganas de ser.
Que las luces se pierden si no hay un querer.
Ella, de fondo, sirviendo copas, pasea.
No es un movimiento. Es un espectáculo.
Y la gente la mira, se rinde a sus pasos.
El cliente medio no entiende.
No sabe admirar.
Y ahoga sus tragos en su caminar.
La noche se convierte. Se endemoniza.
Se abre el telón. Los hipnotiza.
Sonríe entre dientes. Olvida retrasos.
Corteja desdichas. Al populacho.
Y es que él, prendido de todas las trabas de ser un amable, un treintañero. Enseñas las fotos de la primongénita. Un monumento.
Al saber estar. Al buen anfitrión.
Guitarras que gritan bajando el telón.
No tiene precio un momento así.
Persianas bajadas.
Final feliz.
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